Historia
A mediados del siglo XIX, un obispo francés, Monseñor Charles de Forbin–Janson”, quedó muy impresionado por las noticias que llegaban de China sobre los niños que morían sin haber recibido el bautismo.
Apesadumbrado por no poder partir personalmente como misionero, pidió consejo a Pauline Jaricot, fundadora de la Pontifica Obra de la Propagación de la Fe. El intercambio de ideas entre los dos fue esclarecedor, y Monseñor de Forbin–Janson concibió la idea de implicar a los niños de Francia de manera que éstos, tramite la oración y la colaboración material, pudieran ayudar a los niños chinos de su misma edad.
“Un Ave María al día, una monedita cada mes” este fue el compromiso de cada niño desde el primer momento. Era el 19 de mayo de 1843, y con esta iniciativa se echó la semilla de la que surgiría la Obra. Años después se creó el lema “los niños ayudan a los niños”, que sintetiza muy bien la intuición del fundador y el carisma de la Obra.
En poco tiempo muchos países de unieron a la iniciativa, y la Obra, desde Francia, se extendió a Bélgica, España, Italia y en otras muchas naciones.
El 3 de mayo de 1922 el Papa Pío XI, consciente de la gran contribución que en unos 80 años la Obra había dado a las misiones, la hizo suya, reconociéndola como Pontificia.
El 4 de diciembre de 1950, el Papa Pío XII instituyó la Jornada Mundial de la Santa Infancia, declarando como fecha de celebración el día de la Epifanía, pero dando libertad a cada nación de adaptar la fecha a las exigencias locales.
La espiritualidad de la Santa Infancia
El Fundador no tuvo el tiempo de elaborar un contenido teológico para su Obra. La llamó Santa Infancia porque deseaba que el camino misionero de los niños siguiera las huellas de Jesús, hecho Niño.
La Asociación se organiza en grupos de doce miembros para honrar los 12 años de la Infancia del Salvador. En la intención del Fundador, los grupos de doce niños debían cubrir los años de la Infancia y de la niñez de Jesús,
- imitar su simplicidad,
- su silencio,
- su alegría,
- la disponibilidad absoluta,
- la confianza a Su Madre,
- la docilidad hacia el Padre Putativo
- y, sobre todo, el deseo de ocuparse de las cosas del Padre.
Según el carisma de la Santa Infancia, el camino formativo debe dar a los niños una conciencia nueva. El compromiso misionero nace, pues, del bautismo, y no se refiere sólo a los adultos. Los niños, mientras son niños, son misioneros con la oración y el sacrificio, en espera de llegar a serlo a pleno título con el don de la propia vida cuando sean adultos.
Misión
Hoy la Pontificia Obra de la Santa Infancia se encuentra en más de 130 países y el lema se ha enriquecido: los niños y adolescentes evangelizan los niños y adolescentes , los niños y adolescentes oran por los niños y adolescentes , los niñosy adolescentes ayudan los niños y adolescentes de todo el mundo.
Aún hoy la Obra se propone ayudar a los niños a desarrollar un espíritu y un protagonismo misionero que los motive a compartir la fe y los medios materiales, especialmente con los niños más necesitados, y promueve, incentiva y apoya las vocaciones misioneras ad gentes. Es un instrumento de crecimiento en la fe, incluso en una prospectiva vocacional.
La POSI tiende a provocar una participación personal y comunitaria de los niños para:
- Estimular el dinamismo de apertura y de apostolado latente en ellos
- Apoyar y provocar un empeño que los haga sentirse parte de una familia en donde cada uno es importante y todos se ayudan.
Este es el desafío pedagógico actual: abrir el corazón a la universalidad.
¿Qué hacen exactamente los niños y los adolescentes misioneros para contribuir a la salvación de los niños de su misma edad?
La oración, el sacrificio y la ofrenda son las tres palabras claves de cada Obra Misiónale Pontificia.
La oración: los niños y adolescentes de la Infancia Misionera rezan todos los días por los otros niños y adolescentes y por la difusión del mensaje evangélico.
La colecta: es el fruto de los sacrificios de los niñosy adolescentes misioneros y de todos aquellos que quieren dar un futuro mejor a los niños y adolescentes del mundo. Estos “dones” se recogen en las diferentes Direcciones Nacionales presentes en los países respectivos, y son enviados al Fondo Universal de Solidaridad de la Infancia Misionera para que sean redistribuidos a millones de niños necesitados en todos los rincones de la tierra. Gracias a estas ayudas, muchísimos niños pueden conocer a su Jesús y el evangelio, pueden comer, estudiar, tener un techo bajo el cual dormir, curarse.
El testimonio misionero: con su comportamiento y con su mensaje, los niños misioneros son testigos y ejemplo de vida para los niños de su edad y para toda la comunidad.
La Pontificia Obra de la Infancia y Adolescencia Misionera favorece una educación humana y cristiana, ofreciendo un espacio para la recreación y el compartir, fundado en los valores del Evangelio por medio de actividades de catequesis, formación, oración, visita a los más pobres y enfermos. Ofrece un modo de acercarse positivo y fraterno a la luz de la fe cristiana hacia el otro, para suscitar cercanía de corazón y de oración, conocimiento y colaboración, ayuda recíproca entre los niños del mundo. La educación misionera de los niños pasa de la sensibilización al conocimiento para llegar a la espiritualidad y a la voluntad en modo de provocar, a largo plazo, un cambio en el estilo de vida y de las relaciones con Dios y con el próximo.
La Infancia y adolescencia Misionera tiene una propia organización en la comunidad local, pero siempre con una proyección universal. Es un fermento al servicio de la pastoral misionera. Esta Obra se integra en la pastoral diocesana y parroquial, en sus estructuras y en sus órganos, integrando sus programas y sus servicios. Se integra, en modo especial, en la catequesis diocesana y parroquial, en la educación escolar, en las actividades de pastoral misionera y en los otros servicios pastorales que se refieren a los niños.
El apoyo que una diócesis /parroquia puede dar a la obra de la I.A.M. se realiza a través de los sensibilización de los niños para que sean testigos del amor de Dios hacia todos, iniciando desde el ambiente que nos circunda, y a pensar en los demás niños que viven en cada parte del mundo y a rezar por ellos.
Fundador de la obra pontificia de la infancia misionera
Mons. Charles de forbin-janson
Charles de Forbin-Janson nació en París, en 1785, en el seno de una familia noble y católica. Crece en un ambiente familiar formado por la fe en Dios y la fidelidad al Papa y a la Iglesia. Desde temprana edad estuvo atento a las necesidades de sus compañeros. A los 18 años ingresó a la academia militar y luego continuó sus estudios en París. Con la llegada de Napoleón, la situación eclesial en Francia cambia y se vuelve crítica.
Entonces, después de renunciar al papel de miembro del Consejo de Estado nominado directamente por Napoleón, Charles decide convertirse en sacerdote para ponerse al servicio de Dios en la Iglesia, en particular para defender al Papa, restaurar la fe en su Francia, ahora anticlerical, y evangelizar el mundo
Durante el período del seminario, Charles asiste a la capilla de las misiones extranjeras de París, comienza a escuchar las historias de los misioneros sobre su trabajo en China y sobre los miles de niños que los sacerdotes y monjas acogen, cuidan, educan, bautizan y a quienes les enseñan a vivir según Valores cristianos
En su tiempo libre se dedica al catecismo para los niños de su parroquia y les enseña a rezar. Se considera afortunado de haber recibido una buena educación católica de sus padres. Piense continuamente en esos niños pobres que no pueden crecer en la belleza de la fe, en los muchos niños en China que no tienen a nadie que les enseñe quién es Dios.
Es 1809 y el papa Pío VII es arrestado por Napoleón. Dos años después, Charles es ordenado sacerdote. Su espíritu misionero crece y se fortalece. A los 38 años fue ordenado obispo de Nancy e inmediatamente comenzó a organizar retiros y misiones en todas las parroquias de su diócesis. Incluso como obispo, él vive de una manera muy simple, a pesar de haber experimentado una vida noble y rica, y dice: “Mi mayor alegría es hacer felices a los demás“. Distribuye continuamente su riqueza y guarda muy poco en su guardarropa.
Durante su ausencia de la diócesis para tareas pastorales, los anticoléricos despiden el seminario episcopal y evitan que regrese a Nancy. Comienza el período más triste de su vida: el exilio. Pero sigue pensando en los misioneros y los niños de China. Después de tres años de misión en América del Norte, regresa a Francia y, en Lyon, conoce a Pauline Jaricot, la fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe, y habla con ella sobre sus deseos e ideas. Él mismo había sido uno de los primeros obispos en Francia en establecer el trabajo que fundó en su diócesis y continuamente alentaba a sacerdotes y fieles a apoyar misiones a través de ese trabajo. Incluso en el exilio había seguido haciendo lo mismo.
El obispo se encontró con Jaricot por segunda vez, el decisivo para el inicio de un nuevo trabajo. Lo que ella había organizado para adultos en Francia, él lo habría organizado para niños de toda Europa. Charles estaba encantado: los niños ayudarían a sus hermanos y hermanas y no solo a los de China, sino a todas las misiones del mundo. Este proyecto habría tenido un doble beneficio: dar ayuda material y espiritual a los niños en las misiones y hacer que los europeos descubrieran la virtud de la caridad hacia los demás: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos de los apóstoles, 20, 35). De esta manera, como el niño Jesús, crecerían en edad, sabiduría y gracia ante Dios. El futuro se construye desde el presente.
Siguiendo la sugerencia de Pauline, Monseñor Charles piensa en algo simple y pequeño que habría hecho santos a los niños: una breve oración diaria y un pequeño sacrificio mensual. Y precisamente a través de estas dos herramientas misioneras, los niños del mundo estarían unidos.
Es el 19 de mayo de 1843: nace la Obra de la Santa Infancia y en su nombre existe la voluntad de Charles de Forbin-Janson de confiarla a la protección del niño Jesús. Al mes siguiente, el evento se anuncia solemnemente en la parroquia de origen del prelado y se envía una circular a todos los obispos de Francia. La mayoría está a favor de esta nueva iniciativa, pero algunos están preocupados por una posible interferencia con el trabajo iniciado años antes por Jaricot. Estas perplejidades desaparecen cuando se sabe que fue la propia Pauline, junto con Charles, quien quería la creación de un trabajo separado para los niños y que ella misma había sido la primera en hacer una contribución económica para ello.
El proyecto se realiza: el trabajo despierta a los niños europeos a las necesidades de otros niños en una nueva dimensión de conciencia misionera: transmitir una mirada y un corazón misionero desde la infancia. El 8 de diciembre de 1843, Charles, dada la difusión del trabajo también en Bélgica, escribió una carta a once obispos misioneros asegurándoles apoyo, en particular para el bautismo de niños y la educación cristiana. Enfatice que la ayuda es de niños para niños, para su bienestar espiritual y material.
En la primavera de 1844, consumido por el esfuerzo evangelizador y el celo misionero, Monseñor Charles acordó retirarse, sin embargo, continuó su correspondencia con los sacerdotes franceses y las misiones. En mayo del mismo año, el papa Gregorio XVI aprobó la obra de la Santa Infancia.
El 11 de julio de 1844, Charles muere. Pacíficamente y con el último pensamiento dedicado a la Santa Infancia.
Secretaria internacional de la obra de la infancia y adolescencia misionera
Hermana Paulo Albino
Hermana Paulo Albino nació el 25 de abril de 1969 en Bula (Guinea-Bissau) e hizo la Profesión Perpetua en el Instituto de las Adoratrices de la Sangre de Cristo el 14 de septiembre de 1997.
Obtuvo la licenciatura en Teología Bíblica por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ex Responsable de Pastoral en la Parroquia Santa María de Mattias en Ingoré y Director de la Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificias en Guinea-Bissau.
Trabajó en el campo de la evangelización, la catequesis, la docencia y el apostolado juvenil. Desde 2022 es Consejera y Tesorera de la Región Italiana de su Instituto Religioso.